Sé que también al hurgar en la memoria de esa noble gente, el recuerdo de la parte más amarga de esos tiempos dibujaría sobras en sus rostros, porque rememorarían las angustias vividas cuando la familia tuvo que defender tantas veces de la venta de la gardenia para sobrevivir, tarea que generalmente hacían los pequeños de la casa, y es que los relatos que se desprendían de sus labios, serían suficiente para imaginarnos la decena de niños que entonces llenaban la parada de ómnibus y el andén del ferrocarril con su bullicio pregonar. A tantos años de distancia sentiríamos las vocecillas ansiosas que en patética controversia se disputan la suerte de vender aunque fuera un solo ramo de la exquisita lisonja. “La Flor de Yara”, como a veces la he llamado, también fue mensajera de amor, cuando no pocas veces los jóvenes enamorados obsequiaron un fragante jazmín a su pretendida, o dejaron un hermoso puñado de ellos en la ventana de su novia después de una vibrante serenata. Fue así como la gardenia se convirtió desde hace ya mucho tiempo en un símbolo para los yareros, el símbolo de la belleza, de la pureza, de la delicadeza, del amor y de la esperanza. Considero que la gardenia es sin lugar a dudas. “La Flor de Yara”
La Gardenia
- Osvaldo Parra Serrano
- Simbolos de Yara
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