La Luz de Yara

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suplicio de hatuey de las casas


Esta es una de las leyendas más conocidas en todo el Oriente cubano, relacionada con el pasado aborigen. Aparece reflejada en la literatura cubana del siglo xix, en más de una versión, y se basa en el hecho histórico de la muerte del célebre cacique Hatuey en una hoguera ardiente, impuesta en 1501 por los invasores españoles para castigar su rebeldía e impedir que continuaran las incipientes sublevaciones indígenas contra su autoridad.

Aquí ofrecemos la versión que publicó Fernando Ortiz en la revista Archivos del Folklore Cubano, escrita por Ricardo V. Rousset, en su Historia de Cuba, en el tomo III, página 231:

La Luz de Yara

Es una creencia muy generalizada en toda la provincia de Oriente, y particularmente, en el poblado de Yara, la de que en cierta época del año aparece en el cielo una claridad crepuscular a la cual le atribuyen ser una representación del cacique Hatuey, inmolado por los españoles en la pira, a virtud de no prestarle sumisión a los conquistadores.

Dicha claridad crepuscular es conocida con el nombre genérico de "Luz de Yara". Y no se diga que esa creencia es peculiar entre las masas ignaras del pueblo: los orientales creen firmemente en la tradición maravillosa de esa "luz", aunque pertenezcan a clases elevadas por su educación y cultura.

Durante la Guerra del 68 entre los orientales se generalizó el siguiente cantar:

¡Oh, villareños! La Luz de Yara
Viene anunciando la Libertad,
En las llanuras de Santa Clara
Y en las colinas de Trinidad.

El cantar se difundió por todo el Ejército Libertador.
También existe la versión de que llevando el viático el cura de la iglesia de Yara a una vecina del territorio, en el camino hubo de derramársele en el suelo el óleo sagrado, y que desde ese día aparece la mencionada "luz" a los caminantes, ocasionándoles hacerles perder el derrotero de su viaje si se guiaban por ella.

La versión oral que encontramos hoy en la provincia Granma, más de un siglo y medio después de las primeras en forma literaria, mezcla las dos variantes que aparecen en la que hemos transcrito. En síntesis, hoy la población de esa zona del país se refiere a "la luz de Yara" como una esfera luminosa, de tamaño variable, que puede aparecerse de noche a quienes transiten por los alrededores del poblado de Yara, aunque el área donde cuentan que se ha aparecido la luz abarca los alrededores de las ciudades de Manzanillo, Bayamo y el poblado Bartolomé Masó; o sea, casi toda la provincia. Se cuenta que dichas personas al ver la luz en movimiento, sin saber por qué, siguen tras ella, hasta que pasado un rato se percatan de que han perdido el camino y están extraviadas. Es general el criterio de que la luz significa "el espíritu del indio Hatuey" que todavía deambula por las cercanías del lugar donde fue asesinado. Sin embargo, también está generalizada la interpretación de la luz como el espíritu de Yara, quien según cuentan fue la indígena compañera de Hatuey, que vaga por estos lugares sufriendo aún la pérdida de su compañero inolvidable.

Observamos que la anécdota de los indígenas tristes es común en la cuentística popular cubana. Ambas versiones parten de un mismo concepto: el espíritu de un muerto es una realidad tan tangible y cotidiana que cualquier persona puede topar con el mismo; lo cual consideramos como una marca del pensamiento aborigen en el pensar del criollo actual en esta región de Cuba.

En el testimonio del periodista Rafael Arias (47 años, Bartolomé Masó, provincia Granma) aparecen algunos detalles sobre la leyenda que corroboran la riqueza vigente de la fabulación popular en ese lugar. Nos declaró: "dicen los que la han visto que la luz tiene efectos de ebullición, y que dentro de su aro lumínico algunos han visto la cabeza de un indio". Aluden, por supuesto, al cacique Hatuey.

Fue en el área de Bartolomé Masó y sus barrios aledaños (El Zarzal, La Joya, Los Pinalitos y otros), donde más escuchamos hablar sobre las apariciones de la luz de Yara. Nos cuenta Aristónico Suárez (de 84 años de edad, quien vivía en ese lugar), que siendo él como de veintidós años pasaba de noche a caballo con un compañero por el barrio rural de Cayo Espino, cuando de pronto les salió la luz, y cuanto más la miraban más perdían el rumbo propio, yendo finalmente a parar lejos del lugar a donde se dirigían inicialmente. Recuerda que era "una luz natural, como si fuera un candil, pero más grande, como si fuera una bola dando vueltas".

Ambos se persignaron sosteniendo en la mano un pequeño revolver que llevaban, y la luz desapareció. Un vecino que se hallaba presente por casualidad en la entrevista, añadió al relato que "la leyenda viene de cuando los colonizadores quemaron al indio Hatuey en Yara. Cuentan que cuando el indio fue a ser ejecutado, salió la luz de la boca de él y a través de los años ha perdurado (la luz) de esa forma, haciéndose ver. Esta leyenda ha venido de generación en generación", aseguró.

Por su parte, Leonor Perdomo (entonces con 55 años de edad, del barrio La Joya), declara que no ha tenido "la dicha de verla", pero su hermana y el hijo de esta "la vieron de noche estando en una tienda, cerca de su casa. La luz se desprende y corre por todo el arroyo del lugar, y después viene por la carretera". Su esposo también dice haberla visto en la madrugada cuando sale a cortar arroz: "Es una luz chiquita que se va poniendo grande, azulosa, muy linda, que ilumina y va corriendo y corriendo… y te pierde si te quedas encantado mirándola". "Dicen unos que es de cuando quemaron al indio Hatuey en un (árbol de) tamarindo en Yara; que en ese momento la luz brotó…"

En otro barrio llamado Los Pinalitos, Dulce María Bello (61 años de edad) nos contó que el lugar donde ahora ella vive era antes un cementerio de aborígenes, según afirmaba un vecino que había fallecido allí a los cien años; "por eso dicen que sale la luz de Yara… yo la he visto", y añade que se trata de una luz que a veces aparece con gran tamaño y otras veces pequeña, y que lo pierde a uno si se sigue su rumbo. "A mi papá y a mí nos perdió en un pequeño tramo que nos acompañó una noche aquí en el vecindario (…) Dicen que se debe a los indios que quemaron en Yara… esto también lo oí decir en las clases de Historia cuando yo estaba en la escuela…"

No pasamos por alto el curioso dato de que la leyenda fue al menos contada en las clases de Historia de algunas escuelas hace más de medio siglo, si consideramos la edad de la testimoniante. Desconocemos la veracidad histórica de la versión sobre "los indios que quemaron en Yara"; tal vez se trate de una derivación de la leyenda original sobre la quema del indio Hatuey. De cualquier forma,  resulta verdaderamente interesante advertir cómo una tradición popular basada en un hecho histórico (la quema del cacique Hatuey), pudo haber generado una anécdota paralela que se transmite —como la original—  de una generación a otra. En nuestra opinión, el hecho hace evidente que en el seno de la población visitada existe un sustrato cultural formado por las creencias animistas y numerosas costumbres de raíz indígena que propician la fabulación sobre el tema de los antepasados aborígenes. Dicho tema es tomado no como un pasado mítico u oscuramente perdido en el tiempo, sino como algo recordable y cercano, de lo cual incluso quedan huellas materiales (en este caso el "cementerio de indios" que se dice fue antes ese lugar).

Es impresionante comprobar cómo ha perdurado una tradición como la que nos ocupa, con casi quinientos años de antigüedad. Si de algo podemos estar seguros actualmente es de que fueron los indígenas, no los españoles (a quienes no convenía recordar aquel horroroso castigo) quienes mantuvieron viva la narración del hecho histórico de donde nacería la leyenda después. Sabemos que el suceso histórico se conoce por la descripción que nos dejó Bartolomé de Las Casas en su Brevísima relación de la destrucción de las Indias escrito en 1542, pero la tradición oral de la luz de Yara a partir de la quema de Hatuey, no puede ser sino la forma popular en que los habitantes de la región continuaron dando vida a un relato iniciado por los aborígenes sobrevivientes y su descendencia hasta la actualidad. Sólo en un ambiente social donde exista una fuerte pervivencia indígena en la cultura espiritual, puede explicarse la permanencia oral de la tradición.

Así sucede con tantas tradiciones que aún viven formando parte de la conciencia popular, en espera de etnólogos, periodistas, literatos, sociólogos y artistas en general que las rescaten y utilicen.


Escrito por José Antonio García Molina, Investigador auxiliar. Departamento de Investigaciones. Biblioteca Nacional José Martí.